15/8/13

Del bus al Tansmilenio. Banda sonora de una historia que no se mueve

Aunque Transmilenio suponía un avance en el sistema de transporte público de Bogotá, más de diez años después de ser implementado, parece que el sistema ha entrado en crisis y su paliativo, el Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), no parece arrancar como lo habían prometido ni acabar con la guerra del centavo, aquel monstruo de mil cabezas que impide que la movilidad de la ciudad mejore. Pero es una historia que se repite cada tanto en esta ciudad indomable y que ha quedado registrada en su música.

Este año, precisamente, se conmemoran los cuarenta años de la aparición de La Gran Feria, de La Banda Nueva, un disco legendario del rock nacional en el cual aparece una canción que inaugura los temas urbanos en el rock local con “El blues del bus”. Aquí queremos hacer un repaso por las piezas musicales que a lo largo de cuarenta años han cantado, no vamos a decir celebrado, nuestro precario sistema de transporte, de La Banda Nueva a Sabroders.





“El blues del bus”, incluido en el único disco de La Banda Nueva, La Gran Feria (Bambuco, 1973) es un boogie-woogie que, aunque moroso musicalmente frente a las otras piezas del disco, logra un puesto en la historia de la música bogotana por ser una de las primeras canciones roqueras, si no la primera, que aborda directamente un tema de la ciudad. La letra de la canción describe de manera jocosa lo que sería una experiencia de montar en un bus en la ciudad, desde la heroica subida hasta la humillante bajada y la consiguiente caminata porque te toca irte caminando / por montar en un bus en Bogotá. Por el tema y la manera cómica en que es abordado, se puede decir que hay una crítica implícita pero sin mayor desarrollo. A juzgar por esta pieza, en 1973 no es claro si la exasperante experiencia de montar en un bus en Bogotá tiene algún responsable visible.




Al “Blues del bus” le sigue, en 1977, en esta cronología del transporte bogotano a través de su música, “En el bus”, una canción de Cascabel, grupo capitalino de rock de finales de los años setenta que no llegó a grabar un disco como tal pero del que quedan unos cuantos temas que grabó con la CBS y que ahora circulan en la red. La canción sigue el mismo tono caricaturesco de “El blues del bus” pero con algunas diferencias. Se deja atrás el blues de La Banda Nueva y se incorpora plenamente una forma roquera con batería, guitarra y bajo eléctricos, un saxo y gritos desgarradores. La letra, que sigue casi calcados los eventos de “El blues del bus” (suban, estrujen, roben, bajen y caminen), se diferencia por la inclusión de personajes locales. Tenemos, por un lado, a un protagonista que es el famoso Juan José, aquel vecino de a pie que todos los días hace uso del transporte urbano en el que padece todo tipo de maltratos. Por otro, tenemos a un conductor rolísimo, que aparece gritándole muy coloquialmente a Juan José “oiga, eche pa’ trás”. Al igual que en la composición de La Banda Nueva, “El blues del bus” se limita a la descripción cómica de moverse precariamente por la ciudad en un bus.




De finales de los setenta pasamos a 1995 (no hemos encontrado rastros audibles sobre el transporte público en los ochentas), con Distrito Especial, una banda de rock de la cual se dice que es el eslabón entre el rock noventero y el comienzo de lo que hoy, casi dos décadas después, es lo que se denomina la Nueva Música Colombiana. Sea así o no, con sus gaitas, guitarra blusera y una voz influenciada claramente por el rock argentino, esta banda presenta una variación al tema del transporte público con “El bus del blues”, de su álbum Documento (Sonolux/Gaira), claro homenaje a la canción de La Banda Nueva, una de sus innegables influencias.

Esta canción sigue, como sus antecesoras, aunque narrativamente más diluida, la estructura de la experiencia de montarse en un bus en Bogotá. En lugar de describir la experiencia, la letra se desarrolla a través de comparaciones que dan, a diferencia de las otras canciones mencionadas, una imagen de la ciudad: Este armario en movimiento / Parece más un tobogán. Y hay tres elementos nuevos que no estaban presentes en las canciones de la década del setenta: una leve referencia ecológica, Trece kilos de humo negro / que me tengo que tragar; la añoranza cosmopolita de ver la ciudad con metro, y por último, una especie de resistencia ante el pésimo estado del sistema de transporte: Mientras no tengamos metro / yo no vuelvo a trabajar.

Diez años después, Primero mi tía, un ensamble vanguardista en el que confluyen el jazz, el rock, el punk y las músicas tradicionales del Pacífico colombiano, y que indudablemente es uno de los precursores de una estética que se encuentra actualmente en pleno apogeo en la escena independiente y experimental en Bogotá, presenta su álbum debut Cuarteto (La Distritofónica, 2005), cuyo tercer corte es “Transmilenio”. Cuatro años después de la inauguración del sistema, esta canción es una evidencia de su fracaso como sistema masivo de transporte. Fiel al minimalismo del punk, la canción presenta su inconformidad no a través de su letra, mínima, sino a través de la ira contenida que empuja la canción a través de un minuto y ocho segundos, “una canción perfecta”. El origen de la canción se remonta a un programa de la televisión local que por esa época era muy popular, llamado Citycápsula, en el que emitían videos tomados en diversas cápsulas dispuestas a lo largo de la ciudad en las que los transeúntes grababan los más curiosos mensajes. En uno de estos videos de televisión callejera un transeúnte le gritó a la cámara: Transmilenio es un bus, es más grande y es más caro pero sigue siendo un bus. Fue la semilla de la canción. 

A diferencia de las otras canciones, en las que se decide por la descripción o la crítica, aquí se refleja el hastío de una ciudadanía que claramente siente la pésima calidad y limitada cobertura de un sistema de transporte en una ciudad como Bogotá. Luego de más de medio siglo desde que el bus se impuso frente a otras alternativas para la movilidad, el sistema de transporte de la ciudad sigue basándose en este modelo, apretado e ineficiente, y a pesar de lo imponentes y exclusivos que se puedan ver los enormes articulados rojos, buses no dejarán de ser.




Una versión de esta misma pieza la hace Sabroders, un grupo capitalino que se ha hecho a los afectos de un creciente grupo de seguidores y que han tomado las banderas, con su estilo propio, de propuestas musicales como La Orquesta Sinfónica de Chapinero, en la que el humor rolo y la irreverencia son pilares de su propuesta. En esta versión de “Transmilenio”, el tono ácido y punqueto de Primero mi tía se desplaza hacia un sonido roquero más moderado. La canción gana un verso nuevo en el coro que marca, podríamos decir, la innovación más visible del sistema en más de diez años: el bus biarticulado.



Y aunque nos hemos centrado en temas situados en el rock o cercanos a él, no habría que desconocer otras piezas en otros géneros que también han tenido algo que decir sobre nuestro curioso sistema de transporte. Por ejemplo, y se los dejo para que la escuchen, “Lo que no hay son asientos” de Israel y la Banda Ña, una banda bautizada a posteriori de la publicación de esta salsa que nació como un juego anónimo viral en YouTube, propuesta del músico puertorriqueño (casi colombiano) Israel Tanenbaum, inspirada en una canción interpretada por Marvin Santiago cuya composición es de Peter Velásquez.




Al escuchar estas canciones vemos que a pesar de que los buses sí han ido cambiando en sus modelos, desde los dinosaurios de lata de los años cincuenta hasta los biarticulados que transitan por sus propios carriles, la inconformidad sigue siendo la misma: la de ver cómo en una ciudad del tamaño y la población de Bogotá, el modelo de un sistema público de transporte no logra bajarse del bus.

Por: Germán Serventi

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