Mario Galeano
Juan Sebastián Monsalve
Los orígenes de la
cumbia son todavía inciertos y están rodeados de leyenda. Además
de este hecho, en el país al que se le adjudica el origen de la
cumbia, Colombia, la investigación ha sido más bien pobre y los
pocos estudios que se encuentran no logran ponerse de acuerdo
rigurosamente sobre su nacimiento. Por ello, los invitados a este
conversatorio prefieren comenzar el viaje transcontinental de la
cumbia en el siglo XX, desde lo que para el mundo y para muchos
colombianos, de hecho, es uno de los surgimientos palpables de este
género: las orquestas de finales de los años 30 y comienzos de los
40. Y, de manera premonitoria, resulta ser un nacimiento curioso, en
el que se da a conocer al mundo un ritmo local, tradicional, pero que
al mismo tiempo muestra ya su vocación de mezcla, de fusión. Así,
en las orquestas de Lucho Bermúdez y de Pacho Galán aparece ya una
cumbia moderna, urbana y asimilada al formato transnacional de la big
band, con toques de swing y múltiples influencias
cubanas. Y esa primera característica de estar ya marcada por la
mezcla, dice Mario Galenao, debe ser uno de los argumentos para
defender el género, de aquellos que han criticado, desde el purismo,
las numerosas transformaciones a las que fue sometido el género de
la cumbia a lo largo del siglo pasado. En este sentido, lo mestizo de
la cumbia no solo es una cuestión de origen sino de carácter
fundamental.
Aceptando que la cumbia
nace en el Caribe, en las costas comprendidas entre Venezuela y
Panamá, pasamos luego a México y a Argentina, en un primer
movimiento de exportación que utiliza la radio y la industria
discográfica naciente como su motor. En Argentina, Lucho Bermúdez
monta una orquesta junto a Eduardo Armani y Eugenio Nobile,
contratados por la RCA Victor, lo que abre el mercado discográfico
internacional a la música colombiana que sería particularmente
explotado en los años 60 y 70. En México, Luis Carlos Meyer
llevaría la cumbia en formato orquestal, y allí sería influenciada
e influenciaría a su vez todo el movimiento de las sonoras,
orquestas principalmente de vientos de las que la cumbia acogería
nuevos instrumentos como el güiro y el timbal. De esa iniciativa,
que fundaría el movimiento de la llamada cumbia tropical, se
desprenderían la cumbia mexicana y sus diferentes vertientes, que
fueron apareciendo con el correr del siglo y que continúan en
desarrollo.
En las décadas del 60 y
el 70, en diversos países latinoamericanos, la cumbia entra en
contacto con el sonido eléctrico del rock. En México, Mike Laure
aúna las sonoridades cubanas de la cumbia con la guitarra eléctrica.
En Argentina, el movimiento yé-yé y gogó introduce la cumbia con
tintes roqueros en las clases medias de las ciudades y en Perú se da
tal vez uno de los encuentros más innovadores, en la mezcla del
huayno andino y la cumbia colombiana con la guaracha cubana y las
sonoridades del surf californiano. Esto derivó en la cumbia
peruana que luego se conocería como chicha y que ofrecería al
mundo, por un lado, una escuela de guitarra eléctrica muy
importante, si bien algo olvidada para la historia de la cumbia y del
del rock latinoamericano (Los Destellos, Juaneco y su combo,
Manzanita y su conjunto, Los Mirlos); y por otro, un repertorio
musical tropical que circularía entre México, Perú, Colombia y
Venezuela, y que daría origen a lo que luego se llamaría la raspa o
el chucu-chucu. Artistas como Pastor López, en Venezuela o Rodolfo
Aicardi, en Colombia, versionarían piezas como Cariñito, Tabaco y
Ron, Colegiala o El Aguajal, todas ellas composiciones nacidas en la
cumbia peruana. En Colombia, los Teen Agers y los Golden Boys son una
muestra de esta nueva cara roquera de la cumbia de los 60.
En los 80, un mayor
acceso a la tecnología del sonido permitió la consolidación de las
discotecas ambulantes, furgonetas adaptadas con equipos de sonido que
eran utilizadas para amenizar fiestas populares en la calle. En
México, esta práctica originó el movimiento de los sonideros,
quienes animaban fiestas callejeras con música tropical, en las que
la cumbia era uno de los géneros preferidos. Si bien al principio el
sonidero era un tocadiscos, poco a poco se fue apropiando de diversos
efectos (sintetizadores y cajas de ritmo) con los que al principio
incluía saludos personales en medio de las piezas, pero después
comenzó a utilizarlos para diferenciarse de otros sonideros mediante
las intervenciones con las que transformaba la música que ponía.
De allí nace la cumbia sonidera que incorpora sonidos electrónicos
y adquiere su versión más minimalista en las expresiones de la
cumbia villera argentina y la tecnocumbia. De manera paralela, sin
embargo, en México seguía vigente la cumbia orquestal y se
desarrollaron otros estilos como la cumbia norteña con acordeón y,
como respuesta a la cumbia peruana de los 60, también se desarrolló
una cumbia andina. En el seno del movimiento sonidero apareció,
algunos dicen que por casualidad en una grabación de un tornamesa a
un caseette, otros dicen que para atemperar los rápidos tempos de la
cumbia colombiana al acompasado baile mexicano, la cumbia rebajada,
piezas de cumbia colombiana a la que se le ha bajado el tempo y el
tono.
Aunque la cumbia ha
calado en diversas estructuras sociales a lo largo del continente, ha
sido en muchos casos expresión de comunidades marginadas. En el caso
de la cumbia villera además se ha asociado con los mundos bajos y
criminales del tráfico de drogas y el gangsterismo. La cumbia
villera es una expresión muy particular de la cumbia en Argentina,
pues desde los 80 y 90 fue juzgada como una degeneración musical,
sobre todo por su origen social y el universo imaginario articulado
en sus líricas. Una cumbia minimalista, de inspiración sonidera,
con pocos instrumentos electrónicos y bases rítmicas muy
sintetizadas. Sin embargo, y como muestra de la movilidad permanente
con la que este género crea nuevos públicos, hacia la primera
década del siglo XXI un artista argentino-holandés, Dick el
Demasiado, da un empujón a esta expresión y hace sonar la cumbia
villera en las fiestas de la clase media y alta de Buenos Aires.
Como cierre, no se
dejaron de mencionaron algunas otras manifestaciones cumbieras que
dejamos aquí como como inventario para aquellos lectores que quieran
profundizar. Se señaló la importancia de la cumbia panameña, que
aunque no ha tenido una regeneración contemporánea, tiene
manifestaciones tradicionales muy importantes como el pindín y la
cumbia con violín criollo. De igual manera se mencionaron la cumbia
en guaraní y los movimientos cumbieros en Francia; en Nueva York,
con Chicha Libre, la cumbia japonesa y los festivales cumbieros en
Europa.
Uno de los riesgos de
esta conferencia era, claramente, la abrumadora cantidad de datos
historiográficos de la cumbia en Latinoamérica, que todo el
auditorio disfrutó de la mano del conocimiento experto de los
invitados a la charla. Ya se acercaba el final y faltaba lo central
de la charla: la cumbia en el siglo XXI. De alguna manera, el resto
de las jornadas iría dibujando este panorama que encontró en esta
charla un mapa de su desarrollo, desde la cumbia swing de las
big bands colombianas hasta la cumbia villera, setenta años
después en Argentina.
A
manera de conclusión, o de invitación, aparece la pregunta de cómo
fue posible toda esta historia. Cómo, a pesar de toda esta serie de
transformaciones, algunas incluso tan radicales, todavía se sigue
hablando de un mismo género, aunque diverso, muy cohesionado. Como
posible respuesta, se habla del código abierto de la cumbia. Al
parecer, la cumbia se define por una estructura minimalista que ha
permitido desde la sofisticación de ella en big
bands hasta la simplificación o
síntesis en la tecnocumbia o la cumbia villera. Un código que
además permitió, a diferencia de lo que permite por ejemplo la
salsa, la inclusión permanente de nuevos instrumentos. En los
territorios de la cumbia, el llamador, el tambor alegre o la flauta
de millo siguen vivos al lado y entre muchos otros, del bajo
eléctrico, el timbal, la batería, la guitarra eléctrica, el
violín, el sintetizador, las cajas de ritmos y, por supuesto, el
computador.
Para acceder a algunos de los materiales referidos por los ponentes, se invitó al público a visitar en el canal de Youtube de Juan Sebastián Monsalve el listado denominado Cumbia.
Volver al índice
No hay comentarios:
Publicar un comentario