18/2/13

Reseña de Meridian VII*


En el nuevo disco de la banda bogotana Meridian Brothers puede leerse: “más de diez años brindando melodías al pueblo colombiano”. Parece un chiste, si uno recuerda el augurio de Juan Carlos Garay para el disco anterior: no es música que pongan en nuestra radio. Pero es en serio. Lo de los años, lo de las melodías y lo del pueblo. Este proyecto nació en el 99, durante las jornadas de estudio que incitaron a Eblis Álvarez a experimentar con sus instrumentos, para encontrarles sonoridades ajenas a las técnicas tradicionales. Los primeros trabajos de Meridian eran grabaciones en casete que Eblis hacía en sus prematuros estudios caseros. Nacía el hábito, aún vigente, de grabar todos los instrumentos incluidos en su partitura. Con el ánimo inquieto, también hoy vigente, se fue a Dinamarca a estudiar composición y música electrónica. Allí, en nombre de su proyecto Meridian, fue parte esencial de un disco local con Sonora3, en 2003.

Un proceso distinto ha sido el de la banda como tal, que se formó en 2008 cuando el viajero regresó. Desde entonces, los hermanos meridionales se juntan para ensayar la puesta en escena de sus invenciones y practicar, investigando las potencias de los aparatos sonoros. Para mantener el vértigo del aprendizaje. Al final, ese es el placer que se transmite en el cuidado que hay tras los discos y en los conciertos. A la banda se le nota en vivo el gusto por los sonidos hallados, explorados juiciosamente. Así, aunque hablar de la creación y de las grabaciones de Meridian Brothers es hablar de Eblis Álvarez, para el proyecto es vital la reunión de músicos tan fascinados como él a la indagación sonora, impregnados también de ‘la próspera Bogotá’.

Desde esta cotidianidad, las canciones de Meridian Brothers buscan instigar atmósferas emotivas, hurgando en esas intenciones rítmicas que marcan el espíritu de los géneros musicales. El resultado es una música llena de minucias, puestas en distintos niveles: algunos, de patrones inquietantes; otros, fugaces y efectistas. A veces suenan al tiempo, en cortes disímiles, unas vibraciones densas y otras muy sutiles. A veces, una aparente simplicidad aturde. De este modo, nombres como ‘amor’, ‘corrupción’ o ‘muerte’, en las letras sarcásticas y en los cantos histriónicos de Eblis, dan lugar a sensaciones mixtas, ambiguas, poco nítidas. También invitan a sonreír bastante, como fruto de la sorpresa y el desconcierto.

Meridian VII incorpora la influencia de Los pirañas y del Frente cumbiero, proyectos a los que Eblis Álvarez también da el surf de su guitarra y la psicodelia ruidosa de su consola electrónica, hechizadas con el Caribe desde hace tiempo. Se le nota además el compadrazgo con Edson Velandia, y más de un guiño al organista Jaime Llano, quien en los 60 ya hacía revolución en la música colombiana al interpretarla con sonidos eléctricos. Aunque toda la música de Meridian está en internet, vale la pena tener el disco por las artes (como siempre), y además por las claves que ofrece para pensar las diferencias entre un ‘jazz terrorífico’, una champeta muy, muy lenta, y un ‘calipso superpuesto y futurista’. Este objeto, en el que hay menos cantos al gobernante ganadero que en los otros discos, ofrece una ocasión afortunada para descubrir cómo suena, en palabras de Eblis, “una convivencia pacífica entre la máquina y el humano”. Un disco para bailar y para meditar. Para ambas cosas.

Por: Lucía Hernández


     

*Reseña publicada en el número 82 de la Revista Arcadia

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