26/12/13

Dos encuentros públicos en torno a la música, en 2013 (segunda parte)


El Plantario surgió en 2012 como una iniciativa de Idartes y en su segunda versión (del 25 al 27 de noviembre de 2013) el crecimiento fue notable: pasó de ser un proyecto en asocio con la Cámara de Comercio de Bogotá, en busca de “experiencias exitosas”, a ser un laboratorio en el que el sector público se alía con organizaciones autónomas (Radipachone, Fundación Rema, Rattrap Records, entre otras) bajo el lema “Nuevas redes de emprendimiento musical en América Latina”. Además de estos aliados, desde la convocatoria de su público también resulta evidente que el interés de Idartes, al menos en este caso, no está en la academia: “músicos, gestores, productores, propietarios de disqueras y centros de ensayo, profesores, artistas, y todos los actores de la escena musical bogotana”.

Ubicamos dos grandes ejes en las discusiones durante el Encuentro. El primero fue la relación entre las industrias culturales (el mainstream) y las iniciativas independientes o alternativas. La conversación que sostuvieron Lucas Silva, de Palenque Records, y Gustavo Moreno, de MTM, es una buena referencia para introducir las posturas al respecto, pues sus diferencias de opinión mostraron que no hay verdades concluidas acerca de los privilegios que pueda tener cada modelo.

En la perspectiva de Silva, la industria cultural demuestra que para preservar el patrimonio es necesario producir objetos tangibles, con el fin de generar dinero que les permita a los músicos vivir de su arte. En este sentido, dijo, “el asunto no es inmaterial, es material”, de manera que la industria cultural viene a ser lo contrario del llamado patrimonio “inmaterial”. A su modo de ver, esto constituye una lección para los proyectos independientes. 

Gustavo Moreno, quien definió el sello MTM como un divulgador de registros, subrayó en cambio que la naturaleza de lo independiente es la de las redes y los nodos, algo muy distinto a la industria, que cuenta con la infraestructura para cubrir todo el ciclo de la producción. A su juicio, lo interesante del modelo independiente es que permite solucionar por cuenta propia, a través del trabajo en redes, cada fase de la producción. De ahí la importancia de aglomerar los nichos (los de difusión son una muestra notable de este ejercicio independiente) y pensar estrategias de mercadeo. En otras palabras, la apuesta de lo independiente debería ser la de jugar con las reglas de los mercados, que se inventaron los circuitos de distribución, circulación y difusión, pero para reinventárselas en el desarrollo de nuevos modelos de negocio.

Ambos invitados compartieron la idea de que aumentar los incentivos para la producción independiente es uno de los principales retos en el sector de la música. Se habló de que la agremiación sería importante, porque permitiría darle a la música una mayor visibilidad como sector, si bien la primera intervención del evento, que estuvo a cargo de los raperos Nicolás Barragán (de Los Petit Fellas) y Ángel (de Todo Copas), nos mostró que no se requiere de estructuras formales para consolidar un público que permita el crecimiento de los proyectos autofinanciados. Y surge, entonces, el segundo gran eje del Plantario: las formas de asociación.

Al respecto, uno de los pilares de la reflexión fue la propuesta que expuso Oliver Knust, presidente cofundador de IMI Chile (Industria Musical Independiente Chile), una agremiación que reúne al sector de la música independiente en el país austral, con el fin de unificar una postura en el diálogo con el gobierno y con todos aquellos que contraten el trabajo de este gremio. Para Knust, si bien existen muchos tipos de asociatividad además de un gremio (corporación, colectivo, fundación; dos ejemplos valiosos para revisar son el crowfunding y la Unión Fonográfia Independiente), la agremiación en particular permite aspirar a logros que la individualidad no consigue, en la medida en que la capacidad de diálogo con el Estado requiere mostrar cifras organizadas y respaldadas.

La experiencia de la agremiación de agentes independientes en Chile los ha llevado a generar una marca sectorial, cultural, desde la cual operar con miras a que los agremiados puedan vivir de su arte. La organización les ha permitido dividir los roles, de tal modo que sin ser una industria, ni un mercado, puedan aspirar al margen de pretensiones jurídicas y monetarias propio de las entidades sin ánimo de lucro. En este sentido, el carácter político de la iniciativa salta a la vista. Knust insistió en que la representatividad de un sector tiene un gran interés en la legislación, debido a que ésta permite formas de negociación que no se consiguen entre personas naturales. 

En contraste con esta perspectiva, el brasilero Caio Mota, de Fora do Eixo (Fuera del eje), nos presentó su colectivo como una provocación para que los gobiernos aprendan a reconocer las redes independientes. Para él, la integración extendida de las redes independientes permite el surgimiento de una nueva burocracia que se adapte a la realidad -no al contrario- y que sea capaz de reconocer las metodologías alternativas de producción y difusión del arte. En Fora do Eixo el presupuesto básico es que el artista es igual al obrero,  y lo que buscan, desde esta premisa, es “provocar que las cosas pasen”.

De este modo y lejos de las grandes ciudades brasileras que concentran la mayor parte de los recursos públicos, Fora do Eixo ha visto crecer su propio festival, que ofrece un conjunto de campos o escenarios temporales para que la escena independiente circule por la mayor cantidad posible de territorio. En asocio con Ibermúsicas, cuenta también con un proyecto de residencias artísticas que no busca un nuevo mercado, sino que le apunta al hospedaje solidario. Además, ha desarrollado una plataforma de perfiles de los artistas, Toque no Brasil, que reúne durante todo el año no solo información relevante sobre los músicos activos, sino también convocatorias para presentaciones, intercambios y residencias artísticas. Como si fuera poco, de la gestión de Fora do Eixo se desprenden dos universidades que funcionan con parámetros autónomos, ajenos a los de la academia, llamadas la Universidad de la Cultura Libre y la Universidad Libre de Fora do Eixo.

También cabe destacar de este colectivo su trabajo con tecnologías sociales que generen autonomía, a través de la optimización de recursos: “trabajamos para perder el control”, señaló Mota. Se trata, en síntesis, de un proyecto que en sus principios y líneas de trabajo busca coherencia con su nombre, la posibilidad de trabajar de manera creativa por fuera de los ejes dominantes. Durante el Laboratorio que se hizo con este invitado, nos enteramos de tres iniciativas de colectividad en Colombia de las que no tuvimos noticia en el ENIDM: la Unión del Sector de la Música, en Medellín; la Comunidad de la Música, en Cali, y la Red de Artistas del Caribe.

Ver el contraste entre estas dos experiencias nos hizo pensar, no solo en el rol lamentable de Sayco y Acimpro, sino también en que la abundante variedad cultural de nuestro país nos acerca más a las necesidades y posibilidades de un país como Brasil, que a las de uno como Chile. Nos hizo pensar, en otras palabras, que no necesariamente un modelo formal, institucional, es más favorable en un contexto de notable riqueza cultural. Una muestra de ello es por ejemplo la alusión a la piratería, que tanto en la experiencia del invitado brasilero como en la de los rockeros y de los raperos que escuchamos hablar en el Plantario, ha jugado un papel importantísimo, además de Internet, para que los artistas independientes logren cada vez una mayor difusión. 

En este orden de ideas, se habló de cómo la apuesta por la independencia en la producción cultural implica un cambio en el parámetro de éxito; vivir de la música como vive de su trabajo un obrero y generar un circuito que lo permita. Por eso es valioso pararle oreja a una escena local, a los discursos artísticos locales capaces de proyectar su sonido más allá de las fronteras, puesto que una conciencia del paisaje contribuye a la asociatividad, a la ampliación de las redes, que es trascendental, puesto que “lo independiente depende en verdad de muchas cosas”. Esta perspectiva, se dijo durante el Plantario, favorece una conexión con el legado.

La búsqueda de la autonomía se da, en estas experiencias, de manera colectiva, lo que confirma que los modelos de gestión y producción no son necesariamente los hegemónicos: en cada región pueden desarrollarse modelos de mercado alternativos. En el caso de Bogotá, además de los artistas que ya mencionamos, conocimos en la conversación de Adolfo Lemos (Revista Music Machine) con Rodrigo Castaño, el trabajo de La Escena Rock, su revista y su Festival antiroscas, ambos con producciones de alto costo y resultados pulidos que no regatean su precio. Esta escena, como la del hip hop, deja ver un trabajo sólido de sus gestores, lo cual expresa la fuerza política que puede dar la organización. Así lo pudimos corroborar, también, en la visita nocturna que hicimos a la casa Rattrap, que le apuesta desde la autogestión a una industria cultural y por eso, aunque allí gustan más del punk, recibió esa noche lluviosa un concierto encantador de Bituin.  

Se habló, ya hacia el tercer día, de la posibilidad de plantear relaciones estratégicas con el Estado, que puede ser un aliado si se hace una buena gestión ciudadana orientada hacia cambios en las políticas o hacia ejecución de los recursos. También, con el mainstream, que hoy por hoy ha llegado a ser tan comercial (tan cerrado, homogéneo y de una calidad tan precaria) que empieza a parecerse a El demoledor, esa distopía en la que la música del futuro eran los jingles publicitarios. Así las cosas, y puesto que los públicos no son orejas en serie, la misma industria, cada vez más aislada, va dejando cada vez más espacios abiertos a lo independiente.

Se habló, en suma, de la gestión como un aparato, es decir, como un invento, y también como una armazón para ejecutar, para movilizar. No hay fórmulas, se concluía en el último panel, que dirigió el bogotano Mario Galeano; por eso se trata de mirar el contexto. El cierre, un par de horas después de acabado el panel, estuvo a cargo de Todo Copas. Para futuras versiones, vale la pena que la programación pueda circular en las redes con mayor antelación.

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